Hace 22 años cuando quedé embarazada de mi hijo Yaco, mi compañero decidió no comer más carne. Durante los casi nueve meses de embarazo se encargó de la cocina, él no comía carne pero se tomaba el trabajo de cocinarme y nunca me hizo un planteo, esto me llevó a un aprendizaje muy profundo, una muestra de expansión de amor. Tiempo después, este acto empático de no juzgamiento me contagió y me llevó a cambiar.
15 años después, algunas películas acerca del maltrato animal y este acto de amor de Diego hicieron un cambio profundo en mi ser esencial y decidí no volver a consumir un producto de origen animal, tomé esta postura desde un llamado interno, una decisión personal.
El próximo paso fue hacerlo colectivo, pero desde un lugar de no juzgamiento sino de invitación, sin insultar al que come carne, simplemente expresando a través de mi propia experiencia, entendiendo que es algo personal y tiene que ver con un proceso de transformación interna.
Este aprendizaje fue gracias a ese acto de amor de mi compañero Diego, que me cocinaba cuando él no compartía mi forma, sin embargo a través de la sensibilidad y suavidad me dio una gran lección de amor.
En el veganismo hablamos de igualdad, tomar esa bandera me significó un gran cambio, defender los derechos de los animales desde el respeto y amor. Un proceso de transformación que crece internamente desde la empatía y un estado de profunda gratitud hacia la vida.
Sentir cada vez mayor coherencia y paz conmigo es algo que quiero compartir en este espacio.
Gracias.
Unidos en Amor
Sil.